Desde pequeños oímos de labios de nuestros padres, madres, hermanos o maestros frases que nos marcaron y nos condicionaron para el resto de nuestra vida. Estas sentencias que nos llegaron en forma de consejos o advertencias han determinado la manera en como nos relacionamos con nuestro ambiente o nos enfrentamos a nuestros asuntos, muchas veces movidos más por el miedo y los prejuicios que por el amor.
Cuando tragamos algún alimento sin masticar es casi seguro que nos sentará mal. Pasaremos un tiempo con aquello en el cuerpo sintiéndonos molestos, nos costará digerirlo y, a la larga, tendremos que expulsarlo tras haber pasado un mal momento.